Barcelona,
novembre 2017
No és fàcil
conviure amb l'autisme.
Des del moment en
que et confirmen que el teu fill té autisme, la costa amunt que has de pujar,
ple d'obstacles, topalls i d'incomprensió, tant per part teva com per qui
t'envolta es fa feixuga i, inevitablement, moltes vegades la teva ment davalla
als inferns.
Jo he viscut els
moments de la felicitat amb el naixement del fill, i el del desencís,
consternació i anar a la deriva, quan observes que aquest nou membre de la teva
família no és desenvolupa o actua com la resta dels seus germans han fet, o com
has pogut observar en altres infants.
Aleshores comença
aquella lluita incansable, aquella lluita per cercar on anar, per trobar
explicacions sobre el que té el teu fill.
Ja només faltava
si a sobre pateix estats d'ansietat, alteracions, excitacions excessives que el
puguin portar a cridar, a no dormir en dies i nits..., desesperant.
També els tics de
posar-se la mà a la boca, de fer glopades del menjar, excessiva salivació, cops
i més cops, nervis i més nervis...
Però, amb el pas
del temps, sembla que aquesta personeta,-tan sensible als canvis del lloc on conviu o en els hàbits del dia a
dia-, somriu, i durant una època relativament llarga es comporta amb una
tranquil·litat sorprenent, per bé que tan desitjada i plaent per als que
convivim amb ella: això és la glòria.
La meva filla amb
autisme sever ja és adolescent, i quan creus que ja has passat per tantes
etapes dures, escalades, pujades i baixades, i sembla que tot resta en el, més
o menys, millor ordre que es pot tenir amb algun d'aquests éssers tan
especials, de sobte, de nou apareixen els crits, la salivació excessiva, els
cops... i els nervis es tornen a disparar... i l'adrenalina s'escampa de per
tot, i... crides, sí, crides!!!
Perquè el temps no
passa en va, i el cansament cada vegada és major.
Malgrat això,
celebro veure com la meva filla va cap amunt, i com, malgrat aquests durs
episodis quotidians, la veus més temperada, perquè sé de molts pares, amb fills a ja adults, amb autisme que diàriament passen el seu calvari personal... i sembla que mai
tingui fi.
No, no és fàcil
conviure amb l'autisme...
No
es fácil convivir con el autismo.
Desde el momento en que te confirman que tu hijo tiene autismo, la cuesta arriba que tienes que subir, llena de obstáculos, topes y de incomprensión, tanto por tu parte como por quien te rodea se hace pesada e, inevitablemente, muchas veces tu mente desciende a los infiernos.
Yo he vivido los momentos de la felicidad con el nacimiento del hijo, y el del desencanto, consternación e ir a la deriva, cuando observas que este nuevo miembro de tu familia no se desarrolla o actúa como el resto de sus hermanos han hecho, o como has podido observar en otros niños.
Entonces comienza aquella lucha incansable, aquella lucha para buscar dónde ir, para encontrar explicaciones sobre lo que tiene tu hijo.
Ya sólo faltaba si encima sufre estados de ansiedad, alteraciones, excitaciones excesivas que puedan llevarle a gritar, a no dormir en días y noches ..., desesperante.
También los tics de ponerse la mano en la boca, de hacer bocanadas de la comida, excesiva salivación, golpes y más golpes, nervios y más nervios ...
Pero, con el paso del tiempo, parece que esta personita, -tan sensible a los cambios del lugar donde convive o en los hábitos del día a día-, sonríe, y durante una época relativamente larga se comporta con una tranquilidad sorprendente, por bien que tan deseada y placentera para los que convivimos con ella: esto es la gloria.
Mi hija con autismo severo ya es adolescente, y cuando crees que ya has pasado por tantas etapas duras, escaladas, subidas y bajadas, y parece que todo queda en el, más o menos, mejor orden que se puede tener con alguno de estos seres tan especiales, de repente, de nuevo aparecen los gritos, la salivación excesiva, los golpes ... y los nervios se vuelven a disparar ... y la adrenalina se esparce por todas partes, y ... gritas, sí, ¡¡¡gritas!!!
Porque el tiempo no pasa en vano, y el cansancio cada vez es mayor.
A pesar de ello, celebro ver cómo mi hija va hacia arriba, y como, a pesar de estos duros episodios cotidianos, la ves más templada, porque sé de muchos padres, con hijos con autismo ya adultos, que diariamente pasan su calvario personal ... y parece que nunca tenga fin.
No, no es fácil convivir con el autismo ...
Desde el momento en que te confirman que tu hijo tiene autismo, la cuesta arriba que tienes que subir, llena de obstáculos, topes y de incomprensión, tanto por tu parte como por quien te rodea se hace pesada e, inevitablemente, muchas veces tu mente desciende a los infiernos.
Yo he vivido los momentos de la felicidad con el nacimiento del hijo, y el del desencanto, consternación e ir a la deriva, cuando observas que este nuevo miembro de tu familia no se desarrolla o actúa como el resto de sus hermanos han hecho, o como has podido observar en otros niños.
Entonces comienza aquella lucha incansable, aquella lucha para buscar dónde ir, para encontrar explicaciones sobre lo que tiene tu hijo.
Ya sólo faltaba si encima sufre estados de ansiedad, alteraciones, excitaciones excesivas que puedan llevarle a gritar, a no dormir en días y noches ..., desesperante.
También los tics de ponerse la mano en la boca, de hacer bocanadas de la comida, excesiva salivación, golpes y más golpes, nervios y más nervios ...
Pero, con el paso del tiempo, parece que esta personita, -tan sensible a los cambios del lugar donde convive o en los hábitos del día a día-, sonríe, y durante una época relativamente larga se comporta con una tranquilidad sorprendente, por bien que tan deseada y placentera para los que convivimos con ella: esto es la gloria.
Mi hija con autismo severo ya es adolescente, y cuando crees que ya has pasado por tantas etapas duras, escaladas, subidas y bajadas, y parece que todo queda en el, más o menos, mejor orden que se puede tener con alguno de estos seres tan especiales, de repente, de nuevo aparecen los gritos, la salivación excesiva, los golpes ... y los nervios se vuelven a disparar ... y la adrenalina se esparce por todas partes, y ... gritas, sí, ¡¡¡gritas!!!
Porque el tiempo no pasa en vano, y el cansancio cada vez es mayor.
A pesar de ello, celebro ver cómo mi hija va hacia arriba, y como, a pesar de estos duros episodios cotidianos, la ves más templada, porque sé de muchos padres, con hijos con autismo ya adultos, que diariamente pasan su calvario personal ... y parece que nunca tenga fin.
No, no es fácil convivir con el autismo ...