M'assec moltes vegades a
tocar d'aquesta finestra del menjador, puix m'agrada veure el balconet amb el
petit jardí de macetes desiguals.
Hi veig buguenvíl·lees,
geranis, cactus, heures menudes i policromies.
També amb la vista més enllà
hi veig passar el trànsit, amb les pauses dels semàfors,
tocs de botzines, algun crit.
Malgrat el fred hi ha gent
asseguda a la terrassa del bar dels xinesos; encara manté el nom de quan el van
obrir uns catalans amb risc de batalla ja perduda.
I els vianants: a la cantonada
de la dreta unes dones grans fan una petita rotllana, la joveneta rossa passeja
el gos. De l'estanc sempre entra o surt gent, alguns, neguitosos, el primer que
fan és encendre la no-sé-quina cigarreta del dia i altres vianants corren de
pressa ... A tots el temps se'ns menja i menjarà.
Deixo de mirar per la
finestra.
En la llunyania del passadís,
al rebedor -a les fosques, sí- se senten els copets de les teves culleretes i
algun crit potent i sec que llences sense pausa, mentre a la resta de la casa tot
és silenci, un silenci que es barreja amb flaires de la cuina entremesclats amb
olors a suavitzant de rentadora.
I torno a girar-me cap a la
finestra, agafo aire.
Ha estat una necessitat,
m'havia de pausar ...
... Merescuda pausa ...
******************************************************
Me siento muchas veces junto
a esta ventana del comedor, pues me gusta ver el balcón con el pequeño jardín
de macetas desiguales.
Veo buganvillas, geranios, cactus, hiedras pequeñas y policromías.
También con la vista más allá veo pasar el tráfico, con las pausas de los semáforos,
toques de bocinas, algún grito.
A pesar del frío hay gente sentada en la terraza del bar de los chinos; todavía mantiene el nombre de cuando lo abrieron unos catalanes con riesgo de batalla ya perdida.
Y los peatones: en la esquina de la derecha unas mujeres mayores hacen un pequeño corro, la jovencita rubia pasea al perro. Del estanco siempre entra o sale gente, algunos, nerviosos, lo primero que hacen es encender el no-sé-qué cigarrillo del día y otros peatones corren deprisa ... A todos el tiempo se nos come y se nos comerá.
Dejo de mirar por la ventana.
En la lejanía del pasillo, en el recibidor -a oscuras, sí- se oyen los golpecitos de tus cucharillas y algún grito potente y seco que echas sin pausa, mientras el resto de la casa en absoluto silencio, un silencio que se combinan con aromas de la cocina entremezclados con olores a suavizante de lavadora.
Y vuelvo a girarme hacia la ventana, cojo aire.
Ha sido una necesidad, tenía que descansar ...
... Merecida pausa ...
Veo buganvillas, geranios, cactus, hiedras pequeñas y policromías.
También con la vista más allá veo pasar el tráfico, con las pausas de los semáforos,
toques de bocinas, algún grito.
A pesar del frío hay gente sentada en la terraza del bar de los chinos; todavía mantiene el nombre de cuando lo abrieron unos catalanes con riesgo de batalla ya perdida.
Y los peatones: en la esquina de la derecha unas mujeres mayores hacen un pequeño corro, la jovencita rubia pasea al perro. Del estanco siempre entra o sale gente, algunos, nerviosos, lo primero que hacen es encender el no-sé-qué cigarrillo del día y otros peatones corren deprisa ... A todos el tiempo se nos come y se nos comerá.
Dejo de mirar por la ventana.
En la lejanía del pasillo, en el recibidor -a oscuras, sí- se oyen los golpecitos de tus cucharillas y algún grito potente y seco que echas sin pausa, mientras el resto de la casa en absoluto silencio, un silencio que se combinan con aromas de la cocina entremezclados con olores a suavizante de lavadora.
Y vuelvo a girarme hacia la ventana, cojo aire.
Ha sido una necesidad, tenía que descansar ...
... Merecida pausa ...
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