Te permití soñar señalando las estrellas,
marcando cada una con un color diferente:
…cientos de colores… cientos de deseos…
Y acariciamos el cielo con los ojos cerrados,
soñando mundos abstractos, extraños,
donde nos cubrimos entre sollozos imperturbables…
¡Cómo conseguías drogarme con tus suspiros al viento
entre la calma de la profundidad de la noche!
Incluso creyéndome espejo,
tu reflejo se asomaba más allá de su contorno
y perfumaba la estancia de espesos aromas,
calientes, por la fuerza de tu cáliz derramado:
un suave elixir mágico de tu cuerpo.
Las estrellas empezaron a parpadear tenuemente,
se sentían turbadas por el hechizo de tu belleza,
realizando dibujos esotéricos abstractos, brillantes,
como una lluvia suave de purpurina plateada.
Y me quedé dormitando entre tu cuerpo, tus aromas,
agarrado a mi estrujada y húmeda almohada,
queriendo sentirme unido eternamente a tu cuerpo.
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